Promoviendo la motivación intrínseca

Lic. Carlos Giesenow

Habitualmente se promueve la idea de que la motivación intrínseca es “más potente y duradera” que la extrínseca pero rara vez se aclara cómo desarrollarla más que vagamente con ideas como “lo tienen que disfrutar”, “que nazca de adentro”, etcétera. Este artículo tiene como intención mostrar cómo se puede pasar a acciones (intervenciones) concretas para lograr que la motivación intrínseca de los deportistas se vea fortalecida tomando como basamento ciertas concepciones teóricas que justifiquen porqué esto funciona.

Entre las múltiples teorías que se han desarrollado para explicar la motivación en los seres humanos una de las que se presenta como de las más sólidas y con mayor poder explicativo y aplicado es la Teoría de la Auto-Determinación (TAD; los padres de la misma son Richard Ryan y Edward Deci). Sin pretender explayarme demasiado en esta teoría (que de hecho es una compleja macro-teoría con cuatro sub-teorías y más de 30 años de investigación y desarrollo) se puede señalar que apunta mayormente a explorar y explicar la motivación humana desde un enfoque basado en necesidades y que pone el acento (como su nombre lo sugiere) en el grado en que las personas eligen sus conductas (de ahí el concepto de autodeterminación). 

En principio, se puede partir de la distinción fundamental entre:

Motivación Extrínseca: Un individuo estará motivado extrínsecamente cuando su conducta apunta a conseguir alguna recompensa que no está directamente relacionada con la tarea a realizar. La conducta, entonces, se dice que es instrumental, es decir, sirve para alcanzar otra cosa. Por ejemplo, un deportista profesional puede ejercer su actividad solamente para conseguir un premio en dinero.

Motivación Intrínseca: Una persona está motivada intrínsecamente cada vez que realiza una tarea o actividad en ausencia de refuerzo externo o de esperanza de recompensa, sólo porque la encuentra interesante. La persona lo hace por el placer (disfrute) y la satisfacción que le brinda la participación misma. La actividad es su propia recompensa, la persona no necesita un premio externo para motivarse a hacerla.

Los autores de la TAD también postulan que las conductas intrínsecamente motivadas están basadas en ciertas necesidades psicológicas innatas que las personas buscan satisfacer. Estas necesidades son:

  • Autonomía: creencia de que uno es el iniciador y regulador de las propias acciones. Es decir, las personas necesitan tener la sensación de que eligen lo que hacen.
  • Competencia: creencia de que uno puede interactuar eficazmente con el ambiente. Es decir, las personas necesitan sentir que son “buenos” en lo que hacen (en ese sentido está usado el término “competente”).
  • Relacionarse: la búsqueda y el desarrollo de relaciones seguras y “conectadas” con otros. Es decir, percibir que pueden establecer vínculos saludables y sentir que tienen una conexión genuina con los demás.

El grado en que la gente perciba que estas necesidades psicológicas básicas están siendo satisfechas va a influir además sobre su desarrollo, su bienestar y su rendimiento.

 

Acercándonos a la práctica

¿Cómo salimos de estas algo intrincadas palabras “académicas” y pasamos a algo cotidiano? Muy sencillamente. Los deportistas están acostumbrados a escuchar continuamente lo que tienen que o deben hacer. Y, lamentablemente, se terminan convenciendo de ello, cargando entonces con una pesada mochila de obligaciones y presiones. En realidad, deberían percatarse que en el fondo no tienen que hacer nada, no es una cuestión de vida o muerte. Por ejemplo, ¿tiene que seguir rigurosamente un plan alimentario?, ¿tiene que ir a entrenar?, ¿tiene que descansar apropiadamente? En realidad, NO! Cuando la persona toma conciencia de que está en el deporte porque lo elige todo su panorama cambia. La pregunta que el deportista puede hacerse es: ¿qué quiero alcanzar? Y a continuación: ¿qué puedo hacer para alcanzarlo? Esto tiene diversas variantes: ¿Cómo me quiero sentir el día del torneo (o del partido)? ¿Qué puedo hacer en el entrenamiento de hoy para sentirme así ese día?

Piensen ustedes en relación a sus trabajos: ¿cómo me quiero sentir hoy cuando me vaya a acostar? ¿Quiero sentir que contribuí al desarrollo de una persona, que tuve un impacto positivo en la vida de otro? ¿Quiero sentirme satisfecho con los objetivos que alcancé, con el esfuerzo que realicé? Entonces, ¿qué puedo hacer para sentirme así?

Este simple cambio de perspectiva nos ayuda a corrernos del tirano y controlador “tengo que”, y nos pone en el asiento de conductor de nuestras vidas. Aunque los “tengos” muchas veces nos mareen, en realidad, ver el mundo de una forma u otra es una elección.

¿Cómo se vincula esto último con aquellas palabritas que usamos muy poco en nuestra vida cotidiana? Muy fácilmente. Cuando pensamos en términos de los que queremos hacer estamos buscando satisfacer nuestras necesidades de autonomía (o autodeterminación). Y cuando pensamos en términos de lo que podemos hacer estamos alineados con nuestras necesidades de sentirnos competentes en lo que hacemos. Como ya se señaló, pensar en términos de lo que tenemos que hacer (o su variante “debo hacer…”) nos pone del lado de las presiones y obligaciones impuestas externamente que hemos internalizado pero que en realidad provienen de afuera.

Hay un par de aclaraciones que merecen ser hechas. Por un lado, se puede aceptar que no todas las actividades se pueden correr completamente para el lado del “quiero” y “puedo” (o al menos se sienten medio forzadas si lo hacemos), pero cuanto más reflexionemos sobre las cosas que hacemos y para qué las hacemos, más nos vamos a sentir a gusto con la dirección de nuestras vidas y con lo que emprendamos. Por otro lado, el deportista es libre de elegir sus conductas pero no es libre de elegir las consecuencias de las mismas. Por ejemplo, es libre de elegir no ir a entrenar, no esforzarse, no cuidarse, etcétera, pero no puede elegir las consecuencias de ello (sanciones, mermas en el nivel, pérdida de oportunidades, etcétera).

 

¿Cómo puede el entrenador influir sobre la motivación intrínseca de los deportistas?

Para pasar a las aplicaciones prácticas de la teoría en el ámbito deportivo hay que tener en cuenta las investigaciones que indican que para que una actividad sea intrínsecamente motivante debe ser interesante, proveer un desafío óptimo, brindar feedback apropiado, y permitir a las personas experimentar su propia forma de hacerla. Además, los estudios también tienden a demostrar que, según cómo se empleen, las recompensas externas (como dinero, premios, becas o trofeos) pueden disminuir o aumentar la motivación intrínseca.

Entonces, ¿cómo hacemos para que los deportistas se sientan autodeterminados, competentes y capaces de establecer relaciones seguras y sanas?

Autodeterminación

En general, las intervenciones deberían apuntar a apoyar la autonomía del deportista:

–   Participación. Hacer a los atletas partícipes en las decisiones (sobretodo en el planteo de objetivos que son claves para acercarnos a nuestros “quieros”) es una de las más potentes formas de aumentar el compromiso y la percepción de control. Los métodos coercitivos de motivación (basados en “tienen que hacer esto y aquello” no promueven la motivación intrínseca). Atención, no estoy sosteniendo que con un enfoque autoritario no se puedan alcanzar resultados, solo estoy señalando que en esos casos la motivación va a tender a ser más bien extrínseca, los deportistas solo van a acatar (no a comprometerse) y el sistema no va sostenerse sin vigilancia y recompensas externas.

–   Fundamentar. Aceptando el hecho de que no siempre es conveniente que participen en todas las decisiones, sí es importante que el entrenador explique y que los deportistas entiendan porqué es conveniente hacer lo que se les pide y qué van a lograr a través de ello; se aumenta así el sentido de elección.

–   Proponer actividades acordes a las necesidades, gustos, intereses y metas. Al conectar con esto aumenta el sentimiento de elección. Para ello es conveniente tomarse el tiempo para conocer cuales son los motivos que llevan a cada persona a involucrarse en el deporte. También realizar variaciones en las rutinas de entrenamientos, traer especialistas en diferentes áreas, cuidar la calidad de las instalaciones y de los elementos que se emplean, etcétera, suscita el interés y promueve el entusiasmo de los deportistas para que gustosamente sigan comprometidos con la actividad.

–   Utilización de recompensas. En realidad, el abuso en la utilización de recompensas externas puede disminuir el sentido de autodeterminación ya que el deportista puede sentir que está siendo controlado para rendir mediante premios (tangibles o no). Sin embargo, descubrir qué recompensas aprecian ayuda a fomentar el sentido de libre elección. Cuando los deportistas profesionales empiezan a percibir que son controlados (mediante las recompensas que reciben) pueden comenzar a sentirse atrapados por el sistema y esto los acerca a la desmotivación y al burnout.

Competencia

Esta necesidad explica porqué es tan difícil que los deportistas disfruten cuando sienten que juegan “mal” (haciendo la aclaración de que cada uno tendrá su criterio de lo que es ser competente o incompetente, es decir, qué es jugar “bien” y qué es jugar “mal”). Cuando el deportista percibe que no juega bien (esto puede ser muy subjetivo según el nivel de autoexigencia de cada uno), no se va a sentir competente, por tanto no va experimentar placer en lo que hace.

–   Plantear desafíos óptimos. Se puede estructurar el entrenamiento para aumentar la motivación y la autoconfianza enfatizando la idea de establecer metas alcanzables pero que realmente representen un desafío. Es decir, proveer experiencias de logro mediante las cuales todos puedan experimentar éxito y sentir que se tuvieron que esforzar para alcanzarlo.

–   Promover un estilo atribucional saludable. Las atribuciones causales son las explicaciones que nos damos por las cosas que suceden. Es la búsqueda de las causas de algún hecho. Por ejemplo, ¿tuve éxito porque me esforcé, porque el rival era malo, porque elegí una estrategia apropiada?, ¿fracasé porque tuve mala suerte, porque no me preparé bien, por el árbitro?, etcétera. En realidad, se apunta a que los deportistas se “hagan cargo” tanto de éxitos como de fracasos. Que atribuyan los logros a su esfuerzo, su talento, su dedicación, su fortaleza mental, etcétera, pero también que acepten las responsabilidades que tuvieron ante las decepciones porque esto les permite aprender, mejorar y crecer. Es decir, que las explicaciones que los deportistas se dan por sus logros y fracasos se acerquen al estilo atribucional “saludable”. Esto es, que tiendan a realizar atribuciones internas, controlables y estables para los éxitos, e internas, controlables pero inestables ante los fracasos. “Inestables” se refiere a que hoy esto fue así pero que puede cambiar en el futuro (hoy no me esforcé pero mañana puedo hacerlo, hoy elegí una mala estrategia pero ahora sé cual me conviene, etcétera). Realizar este tipo de atribuciones ayuda a aumentar la sensación de autodeterminación por el hecho de sentir mayor control sobre la situación.

–   Utilización de feedback positivo y recompensas. Recibir refuerzo positivo y aprobación por parte de otros significativos informa al deportista de su grado de competencia en determinada tarea. Por otro lado, si se utilizan las recompensas demasiado liberalmente no van a transmitir la idea de que son competentes y pierden la efectividad para aumentar la motivación intrínseca.

–   Énfasis en el aprendizaje y metas de tarea (por sobre las metas de resultado). Alcanzar las metas de tarea está mayormente bajo nuestro control (por ejemplo, bajar cierto tiempo registrado previamente, mejorar un porcentaje de efectividad en determinado golpe), son las que marcan de forma clara y objetiva nuestro progreso y son las que eventualmente nos llevan a los resultados.

–   Clima motivacional orientado a la maestría. Este punto está relacionado con el anterior. El entrenador no puede influir directamente sobre el récord de victorias y derrotas del equipo (que serían objetivos de resultado) pero puede influir sobre el tipo de metas que se plantean los deportistas. El “clima motivacional” se refiere a si en el grupo predomina un enfoque hacia la maestría (es decir, si lo que se busca es mejorar la ejecución de una tarea, obtener mayor dominio sobre la misma y demostrar aprendizaje) o hacia la competitividad (cuando lo que se procura es demostrar habilidad y ser superior a los demás). Esto va a impactar sobre los criterios de éxito que los jóvenes internalicen. Cuando el criterio de éxito es ganar-perder los deportistas se van a sentir competentes en el primer caso e incompetentes en el segundo. Si el criterio de éxito es mejorar (comparándose con uno mismo), los deportistas se sentirán exitosos (y competentes) cuando alcancen objetivos de tarea (también llamados de rendimiento).

–   Exigir y dar responsabilidades. Con esto se envía un mensaje (que puede ser más o menos implícito) de que “ustedes pueden” (es decir, “ustedes son competentes”). Si el entrenador no confiara en sus habilidades para resolver la situación no les encomendaría esa responsabilidad. 

Relacionarse

La motivación intrínseca tendrá más probabilidades de prosperar en un ambiente caracterizado por un sentido de seguridad y por relaciones cercanas, por tanto, es importante estimular un clima grupal donde esta necesidad pueda ser satisfecha.

–   Fomentar la relación social y el sentido pertenencia. Promover medidas que fomenten la cohesión, la identidad y la percepción positiva del grupo, sobretodo en el caso de los deportes de equipo. Esto también es importante para deportes individuales con el fin de aumentar el disfrute, aunque los grupos sean más reducidos, muchos atletas de disciplinas individuales suelen entrenar con otras personas o tienen un equipo de trabajo.

–   Clima positivo en el equipo. Esto va a tener que ver con el entrenador ya que tiene un rol fundamental en establecer un ambiente social y psicológico donde se promuevan relaciones equitativas que faciliten alcanzar los objetivos. La actitud de los líderes en cuanto al cumplimiento de las normas, la competencia interna, el estándar de trabajo al que se apunte, las infracciones o trasgresiones que se toleren, etcétera, va a afectar a la satisfacción de los integrantes y al clima en el equipo. Si el clima es más ameno los deportistas van a estar más dispuestos a bajar sus defensas y a realmente conectarse con los demás.

–   Relación entrenador-deportista. El entrenador es una de las personas que más impacto tienen sobre la motivación del deportista. Su estilo y calidez ayudarán a que se pueda establecer un vínculo significativo en la vida de los deportistas. Asimismo, si el entrenador tiene un estilo sereno (con control emocional) y firme, le brinda al deportista una base segura donde sabe que se lo va  a apoyar en sus decisiones y que sus errores pueden ser comprendidos, esto lo lleva a tener la confianza necesaria para desarrollar una sólida relación.

 

En definitiva, a lo que se apunta es a ayudar al deportista a conectarse con sus “quieros” y sus “puedos” sobre la base de vínculos sanos y estrechos. Una vez que el atleta entiende y logra esto es libre para soltar todo su potencial.

Finalmente, espero que nadie considere que con los puntos esbozados de la TAD en este artículo se le hace justicia al alcance y la profundidad de esta teoría. La intención era presentar brevemente los puntos más relevantes de la misma para resaltar cómo con sólidos fundamentos se pueden sustentar prácticas consistentes (y que estas no se hagan meramente por intuición, especulación, opinión o costumbre).