Fortaleza mental: Del deporte a la empresa

Lic. Carlos Giesenow

Uno de los conceptos centrales que la psicología le ha aportado al ámbito deportivo es el de fortaleza mental. Jim Loehr (reconocido especialista en el área que trabajó en su momento con grandes tenistas como Pete Sampras, Monica Seles, Andre Agassi, e incluso Gabriela Sabatini) la ha definido como la habilidad para desempeñarse de manera consistente en el rango superior de tus talentos y habilidades sin importar cuales sean las circunstancias competitivas.

Es fácil entender cómo esta idea se puede transferir a otros ámbitos, entre ellos el laboral, donde existe la presión por rendir de acuerdo con determinados estándares y por superar a los competidores.

La fortaleza mental tiene cinco componentes claves:

  • Compromiso: tiene que ver con los desafíos que uno se plantea y el significado personal que éstos tienen para uno mismo. Por eso, el compromiso nace desde adentro; difícilmente pueda ser impuesto. Lógicamente está relacionado con la motivación, sobre todo con los aspectos más intrínsecos de ella y con los objetivos que se quieran alcanzar. Tiene que ver también con disfrutar de lo que se hace y sentirse competente al hacerlo.
  • Control: se refiere principalmente al manejo de las emociones y el estrés, sobre todo bajo presión, y mantener la cabeza equilibrada para evaluar la situación y poder tomar decisiones de calidad. También se relaciona con tolerar frustraciones, saber regular la intensidad del esfuerzo (manejo del tiempo y la energía) y tener paciencia para esperar los frutos del trabajo.
  • Confianza: poseer una intensa y casi inquebrantable creencia en uno mismo y en las propias habilidades, reponiéndose de cualquier contratiempo para retornar con aún mayor determinación. Estar convencido de que puedo superar cualquier obstáculo y ser exitoso sin importar las dificultades que toquen enfrentar.
  • Concentración: consiste en mantener el foco de la atención en las prioridades, bloqueando o desatendiendo a los distractores; tener la mente en el proceso (que nos lleva al resultado) y en el momento actual (sin centrarse en errores del pasado ni fantasear sobre el futuro).
  • Conocimiento de sí mismo: está en la base de las demás aptitudes. Tiene que ver con entender qué queremos y con reconocer nuestras fortalezas y limitaciones. Se relaciona con el concepto que tenemos de nosotros mismos, nuestra autoestima y la conciencia de cómo impactamos en los demás. En este punto se vincula con la inteligencia emocional, pero la fortaleza mental apunta más a cómo respondemos a la presión y se orienta, sobre todas las cosas, al rendimiento elevado y estable.

Estas cualidades permiten, por ejemplo, el rendimiento consistente: si estoy convencido de mis objetivos que tracé (compromiso), teniendo en claro a qué aspiro y qué significado tiene lo que hago para mí (conocimiento de sí mismo), puedo diariamente poner el esfuerzo y realizar las acciones pertinentes sin dejarme sobrepasar por la presión (control). Para ello necesito creer que tengo la capacidad suficiente para alcanzar las metas o que puedo aprender las destrezas necesarias (confianza) y dejarme guiar por mi objetivo y encaminar mis esfuerzos de modo eficiente hacia ellos (concentración).

 

La fortaleza mental se puede desarrollar

Si bien hay personas que por las circunstancias que les tocó vivir o por cuestiones innatas pueden poseer naturalmente las aptitudes claves para ser mentalmente fuertes, la fortaleza mental se puede aprender y desarrollar trabajando de manera intencionada para ello. Se logra robusteciendo las diferentes cualidades mencionadas. El tema del manejo de la presión es central, pero las demás también son fundamentales para el alto rendimiento. Algunas ideas para ello son:

  • Conocimiento de sí mismo. Adoptar una actitud de aprendizaje continuo. Reflexionar buscando definir mi filosofía de vida. Pensar qué cosas son realmente importantes, qué no estoy dispuesto a traicionar, de qué sucesos de mi vida estoy especialmente orgulloso/a, qué tipo de persona quiero llegar a ser. También se mejora aprendiendo qué impresión causo en los demás, para esto se puede hacer algo tan simple (pero también a veces tan difícil) como pedir un feedback honesto.
  • Compromiso. Explorar los motivos por los cuales hacemos lo que hacemos y, tomando eso como base, plantear objetivos que estén alineados con esos motivos. Para esto, tener también en cuenta los aspectos que más disfrutamos de la actividad que realizamos ya que mantienen la motivación en alto y nos hacen volver por más.
  • Control. Enfocar las situaciones como desafíos que me dan la oportunidad para crecer personal y profesionalmente. Evitar estar más pendiente de lo que tengo para perder que para ganar. Focalizar en el proceso. Otro paso importante es aceptar que la ansiedad y la presión son inevitables y aprender a disfrutar de esa sensación de “adrenalina”.
  • Confianza. Plantear metas apropiadamente estimula la confianza (además de la motivación) porque al alcanzarlas aumenta nuestro sentido de eficacia. También se construye la autoconfianza reconociéndonos nuestros méritos y empleando auto-diálogo e imágenes positivas.
  • Concentración. Crear rutinas (como realiza un golfista antes de un tiro o un jugador de rugby antes de patear a los palos) que ayuden a predisponernos mentalmente para lo que estamos por encarar. Tener claramente delineados los objetivos sirve como brújula para focalizar la atención y orientar los esfuerzos.

 

Una última aclaración merece ser realizada, aunque en un punto los términos lo pueden llegar a sugerir, fortaleza mental no es lo mismo que ser inflexible, despiadado, insensible, inescrupuloso o necio, ni tiene que ver con suprimir las emociones o llevarse a un límite extremo (por ejemplo, de dolor o sufrimiento) cuando no es razonable hacerlo. Tampoco apunta a desarrollar alguna de estas características. En general, las personas mentalmente fuertes son abiertas, flexibles, imparciales, sensibles y decentes, pero eso sí, sumamente apasionadas y determinadas.